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Lo macabro como producto turístico
La semana pasada nos bombardearon en los medios de comunicación con el seguimiento del juicio del caso de los pequeños Ruth y José Bretón. Periódicamente existen sucesos que llaman la atención de todos por lo misterioso, macabro o dantesco del caso, casos que, muchas veces, sitúan en el mapa lugares a veces desconocidos. Mi reflexión hoy es la siguiente…¿Alguien se atrevería a trasladar estos casos a una ruta turística que reconstruyera los hechos?…
A nadie se escapa que, en estos momentos, programar una ruta sobre este caso, el terrorismo de ETA o el accidente ferroviario de Santiago heriría sensibilidades gratuitamente, aún siendo interesante si se proyecta con el debido rigor. La pregunta es, ¿No hubiera sido igual de sangrante para sus contemporáneos una visita sobre la inquisición, Jack el destripador, el Titanic o el mismísimo Vlad el empalador?
Supongo que ya en vuestra mente tenéis muchos casos conocidos que podrían ser objeto de una turistización en vuestra localidad, pero…¿Dónde está el límite?. Creo que la patente de corso para poder actuar la da el tiempo y la perspectiva histórica, me explico. Es común y aceptado el hablar de la inquisición y sus autos de fe en las ciudades donde han tenido lugar, la II guerra mundial y el genocidio judío, la bomba atómica o nuestra guierra civil, mientras que nos rasgaríamos las vestiduras si alguien propusiera una visita cuyo hilo conductor fueran los atentados de ETA. Entonces, ¿Dónde está el límite?, el tiempo, amigos, el tiempo. Habrá que esperar años, décadas o siglos para que nuestros colegas del futuro trabajen y ofrezcan rutas sobre temas que estamos viviendo en nuestros días. Comparto el enlace a una ruta de asesinatos en Madrid como ejemplo de este tipo de productos. ¿Es que no los ha habido más recientes?…
Y es que el llamado turismo macabro o de catástrofes está al alza. Campos de concentración, espacios públicos donde se quemaba a la gente (En Murcia es bien conocido el lugar donde se hallaba el brasero), escenarios de crímenes y asesinatos, museos de la tortura, grandes atentados, catástrofes naturales, se han convertido en reclamo turístico. Algún caso tenemos en Murcia que daría para más de una ruta, como por ejemplo la parricida de Santomera, el asesino de la catana o el reciente crimen de la pareja de holandeses. Tendremos que esperar años para que alguien se atreva.
Y es que dejándose llevar por una moda, a veces se han obviado los sentimientos de quien ha vivido el caso como una experiencia personal (Un caso evidente de esto es que Natasha Kampusch ha comprado la casa en la que estuvo secuestrada durante años para que no se convierta en un parque de atracciones turístico).
El turismo relacionado con la muerte también tiene sus adeptos, lo que los ingleses llaman el «dark tourism», también conocido con el peculiar nombre de «tanatoturismo». En esta modalidad se ofrecen desde tours en coche fúnebre, hasta visitas a cementerios, pasando por los lugares del crimen. Uno de los casos más llamativos es la visita al cementerio de Alcasser donde existe un monumento que recuerda a las 3 desgraciadas muchachas.
En este tema tienen mucho que decir los sociólogos y psicólogos que, con sus estudios y reflexiones nos darán el pistoletazo de salida para poder tratar estos temas como hoy tratamos los de siglos atrás. Tiempo al tiempo.
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